Hace unos 36 años que entré en un estudio de radio, me senté, me puse ante el micrófono y participé. A lo largo de casi 10 años, a partir de entonces, hice prácticamente lo mismo durante siete días a la semana. Sí, siete días de cada semana. Entonces ya no nos llamaban meritorios y todavía no había becarios. Pero allí estábamos, jóvenes, trabajando gratis y pasándolo muy bien. Programas de Onda Media para las mañanas, FM para las tardes y noches, y unidad móvil para animar el ambiente. Los tiempos de la radio me enseñaron el ritmo, a escuchar, a organizar y a encontrar los temas de qué hablar y las personas con quienes hacerlo, para informar y entretener.

Ese fue mi inicio en el mundo de la comunicación, de la que no me he desligado desde entonces. Luego llegó el trabajo en prensa, fascinante como ninguno en ese momento, al principio de los 90. Entonces se profundizaba en los asuntos, se publicaban nuevas revistas como El Globo y se respetaba mucho a otras como Tiempo y  Cambio16, imprescindibles para saber qué pasaba por aquí. Pero lo mío era la diaria o semanal. Pude conocer a fondo los programas de I+D en Europa, con quien España acababa de comprometerse. “Eureka” era espléndido, había muchos proyectos españoles, que siempre hemos sido muy imaginativos y grandes inventores. Ahora, con las prisas, parece que esto se ha perdido. He de decir que no me gusta nada esta tendencia patria a parecernos a otros países y olvidarnos de las grandes cualidades que tenemos, como la virtud de la paciencia, la reflexión y la imaginación; por supuesto, no debemos olvidar la gran capacidad de improvisación de nuestra cultura y que tan nerviosos pone a los países anglosajones que, dicho sea de paso, nos la envidian sanamente.

Escribí para el Especial I+D de Cinco Días y, luego, para la Gaceta de los Negocios -nada que ver con la actual- donde co-fundé la primera sección diaria dedicada a la tecnología en las empresas. Desde la resistencia de los materiales hasta la discusión profesional y amistosa que mantuve con el jefe de redacción, que insistía en que había que traducir “Windows” en el titular y poner “Ventanas”, aunque era un nombre de producto y marca. Fueron momentos vertiginosos, ricos y apasionantes.

Confieso que no pude resistirme y en el año 93 me “pasé al enemigo”, a la agencia de comunicación, un segmento en plena eclosión entonces a pesar de la sempiterna crisis económica. Allí escuché la primera música que, después del rock ’n’ roll, me ha enganchado desde entonces: el sonido del módem. A partir de ahí exploré otros mundos con Netscape y Eudora, aprendí otros lenguajes y conocí otros universos.

Ya, ya sé que parece una crónica del pasado, pero es lo que es. Parte de lo que somos es lo que hemos hecho, entre otras muchas cosas, y no quería aburrirte con curriculum al uso. Las cosas no terminan en la Agencia, que se convirtió en multinacional y que dejé en 2004. Once años dedicados a las empresas, sus apremios, inquietudes, proyectos y todo ello con la comunicación en papel. Sí, en papel. Porque lo del Marketing Digital es relativamente nuevo en España, que aún no ha despertado, como en tantas otras cosas, de su “larga espera” nadie sabe a qué.

En ese año, 2004, fundé Matices de Marketing y, durante otros once años, trabajamos para más empresas. Pero todo tiene un final que, casi siempre, se convierte en un nuevo principio. Ahora me centro en la redacción de contenidos para empresas y, también, para autónomos. Escribir y transmitir lo que desea tu público supone tiempo, conocimientos, búsqueda de fuentes fiables y, por supuesto, hacerte entender e interesar. Este es mi foco ahora, transmitir lo que quieres contarle al mundo y que os guste a las dos partes.